El capitán del barco miraba, a lo lejos, luces tenues en la
oscuridad de la noche. De inmediato, ordenó a su guardavía a enviar el
siguiente mensaje: “Altere su rumbo diez grados hacia el sur”.
Enseguida, fue recibida la réplica: “Altere el suyo diez
grados hacia el norte”. Se enfadó el capitán, ya que su comando había sido
ignorado.
Así pues, mandó un segundo mensaje: “Yo soy el capitán.
Altere su rumbo diez grados hacia el sur”. Al ratito, vino la respuesta: “Yo
soy el marinero tercera clase Martínez. Altere su rumbo diez grados hacia el
norte”. Pensando infundir temor, el capitán respondió: “Estoy al mando de un
buque de guerra”, a lo cual se contestó: “Y yo estoy al mando de un faro”.
a cada instante escuchamos
muchas voces distintas que vociferan órdenes, diciéndonos lo que
debiéramos hacer o cómo encaminar nuestra vida.
Una voz en particular se hace escuchar en medio de las
tinieblas, señalándonos un rumbo contrario a las indicaciones de las demás, una
trayectoria que quizás parezca irracional. Se trata de la voz de quien es la
Luz del mundo, voz que ignoramos a gran riesgo nuestro.
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